LA SINFONÍA PRAGA DE MOZART: TRADICIÓN E INNOVACIÓN AL UNÍSONO

LA SINFONÍA PRAGA DE MOZART: TRADICIÓN E INNOVACIÓN AL UNÍSONO

Querido público:

El próximo sábado 20 de mayo despediremos esta temporada 2022/2023 y nos volveremos a ver en septiembre, inaugurando la próxima temporada 2023/2024. Será, como siempre, en el Palacio de la Paz de Fuengirola y a la hora habitual, las 19:00 h.

En esta ocasión, como pueden leer en nuestra web, el concierto lo compondrán dos obras. Una, la Suite Pulcinella de Strawinsky y otra, la Sinfonía nº 38 de Mozart, a la que dedicaremos esta entrada del blog.

Las bodas de Fígaro, estrenada en Viena en 1786, se hizo algo más tarde en Praga. Fue un impacto absoluto en la ciudad, al punto de que Praga vivió unos años no solo de "Mozartmanía" sino de una específica "Figaromanía" . En cualquier fiesta se interpretaban fragmentos, arias…y claro, solo era cuestión de meses el que el genio aceptase una invitación a Praga para dirigir e interpretar ante el público de Praga. "Ninguna obra (así lo afirma todo el mundo aquí) ha causado nunca tanta sensación como la ópera italiana Las bodas de Fígaro, que ya se ha representado varias veces aquí con un aplauso sin límites", informaba el Oberpostamtszeitung de la ciudad. La visita a Praga culminó con dos apariciones públicas de Mozart, dirigiendo un concierto en el Teatro Nacional el 19 de enero de 1787 y una representación de Fígaro allí mismo tres días después. El primer biógrafo de Mozart, Franz Niemetschek, recordaba el concierto, al que había asistido: "De hecho, no sabíamos qué admirar más, si las extraordinarias composiciones o su extraordinaria interpretación; juntas nos causaron una impresión tan abrumadora que nos sentimos hechizados". Una de esas extraordinarias composiciones era la Sinfonía "Praga", que se estrenaba. Fue en una sala abarrotada y con la calurosa acogida que Mozart esperaba de los praguenses.

La noche del estreno de su sinfonía nº 38, Mozart ofreció un encore de media hora improvisando en el piano y después una serie —también de improvisaciones— de doce variaciones del Non più andrai de Las bodas de Fígaro por media hora más. Mozart se había traído la sinfonía de Viena -el manuscrito está fechado el 6 de diciembre de 1786- y refleja su estilo sinfónico más sofisticado. Tres años antes había compuesto una sinfonía completa de cuatro movimientos, pero en esta ocasión omitió el minueto, lo que refuerza el argumento dramático de la sinfonía.

La introducción de la sinfonía es lenta, con un carácter formal que muy pronto se torna en un complejo juego de variaciones. La música avanza de manera continua buscando una cadencia, un momento de descanso en su tonalidad base, como era costumbre, pero esto no ocurre. Durante un largo rato la melodía sigue transformándose y sólo se detiene en un inesperado cambio a una tonalidad de re menor. Se trata de un movimiento cuya estructura, complejidad y extensión son difíciles de igualar (no sigue los esquemas convencionales de un tema A más un puente, un tema B y sus repeticiones sino ofrece una multiplicidad de varios temas).

El primero movimiento de la sinfonía es el más largo de las sinfonías compuestas en el siglo XVIII. No sólo su extensión sino la ausencia de las formas convencionales de desarrollo hicieron que el público tuviera que escuchar con una atención también inusual. Una vez presentada esta armonía en re menor, la música continúa con una poderosa secuencia in crescendo a la que sigue su correspondiente descenso como una manera de ponernos en alerta. Nos prepara para un allegro que inicia con suavidad y que se abre paso con un acompañamiento de síncopas. Es ahí que escuchamos la música festiva a cargo de las trompetas y timbales. La música de este movimiento tiene una textura cromática y polifónica como nunca se había compuesto hasta entonces en una obra sinfónica. Es decir, varios instrumentos proponen líneas melódicas independientes que se entretejen con sutileza a la vez que hacen eco entre ellas por las distintas sonoridades de los instrumentos. Cuando se habla de color en la música, normalmente hablamos de la sonoridad particular de un instrumento o de la voz de un cantante. Por ejemplo, una melodía interpretada por el piano puede ser inmediatamente repetida por los violines y luego por los vientos. Dado que es la misma melodía, lo que cambia es sobre todo el color, la manera en que suena en cada caso.

En el Andante apreciamos el contrapunto de las frases repetidas entre las cuerdas y los vientos, lo que provoca una tensión impropia de un movimiento que suele ser más un espacio para la distención. Normalmente, los segundos movimientos de una sinfonía (sobre todo en los siglos XVIII y XIX) son lentos y suaves; no sorprenden mucho en su carácter. Sin embargo, este Andante es tal vez el más celebrado en la obra de Mozart por la multiplicidad de recursos hilvanados con gran delicadeza. Las armonías tienen un ligero carácter sombrío (también inusual en esa época). Es el movimiento lento sinfónico con mayor variedad de emociones compuesto hasta entonces por Mozart en una sinfonía. El Andante es una abstracción del estilo pastoral, cuyo trazado en forma de sonata es otro ejemplo de la sofisticación de la sinfonía, contrasta su primer tema lírico e introvertido con material más tenso precedido por una serie de acordes de viento-madera.

La 38 es una sinfonía de tres movimientos (otra convención rota, pues lo común sería que tuviera cuatro) y por ello carece de un Minueto. El Andante nos lleva directamente al último movimiento, un final cuya fuerza es menos grandilocuente que el de sinfonías posteriores (40 ó 41) y por ello también resulta peculiar. La frase con la que inicia el último movimiento es una cita de Las bodas de Fígaro (tomada del dueto entre Susana y Cherubino del Acto II) cuya fuerza y disonancia nos recuerda que si Mozart ya buscaba esa sensación de disonancia era porque tanto su expresión artística iba en pos de ese camino como porque el público mismo requería de algo más para ser atraído. Hay una manera enérgica y contundente de redondear la sinfonía a fuerza de cambios breves y continuos en la intensidad (las dinámicas) y la determinación sostenida con que debe tocarse para lograr el efecto buscado. Recordemos que ante una mayor repetición de frases, como era la costumbre en esta época, esta determinación es fundamental para que cada nota suene con una intensión propia y no como una mera repetición de lo que ya se ha expresado. De hecho, el que la introducción del primer movimiento fuera extraordinariamente lenta es un elemento más que apunta hacia una llamada de atención del público. Desde ese instante, el escucha acostumbrado a obras de la época sabe que está frente a una sinfonía absolutamente distinta. Este último movimiento cubre un notable espectro emocional, algo que se hace evidente en sus primeros momentos, ya que Mozart pone en tela de juicio la atmósfera festiva con una nota púrpura para los vientos solos que se convierte en algo casi violento. Es una música en la que la oscuridad acecha justo debajo de la luz, en la que el equívoco pone en tela de juicio todo arrebato aparentemente alegre. Este tercer movimiento también es un auto-homenaje porque cita el aria Aprite, presto, aprite de Las bodas de Fígaro.

Si bien las sinfonías más celebradas de Mozart son las últimas tres (39, 40 y 41), la 38 contiene ya todos los elementos que harían de este compositor austriaco uno de los mayores exponentes de la música sinfónica. Escucharla nos permite apreciar el verdadero momento de transición del lenguaje sinfónico de Mozart y, por ende, de la música en general dada la importancia e influencia que tuvo la música de este compositor. La sinfonía Praga constituye una oportunidad para asomarse al tipo de ejercicio que tenía que realizar el público de finales del siglo XVIII al intentar reconocer una serie de elementos musicales a los que estaba habituado, al mismo tiempo que tenían frente a sí una de las mayores innovaciones de la música sinfónica.

Para no perdérselo...

Jorge Rodríguez Morata
Coordinador de contenidos pedagógicos

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