LA ADMIRACIÓN POR WAGNER: SENTIMIENTO MANIFIESTO EN EL PRIMER CONCIERTO PARA TROMPA DE RICHARD STRAUSS

LA ADMIRACIÓN POR WAGNER: SENTIMIENTO MANIFIESTO EN EL PRIMER CONCIERTO PARA TROMPA DE RICHARD STRAUSS

Querido público:

La entrada de hoy la dedicaremos a una obra muy interesante, de un jovencísimo Richard Strauss (1864-1949) de apenas 18 años, pero toda una joya del repertorio escrito para la trompa y los conciertos para solista en general. Se trata del Concierto para trompa y orquesta nº 1, Op.11.

Richard Strauss es una de las figuras clave del mundo de la música clásica de finales del siglo XIX y principios del XX. Además de compositor, fue un destacado director de orquesta que dejó su impronta en la escena musical alemana. Como muchos sabrán, Strauss estuvo fuertemente influenciado por Wagner durante su juventud, siendo esta obra un claro ejemplo de ello. Strauss conoció la música de Wagner desde muy joven y quedó fascinado por ella. Estudió a fondo partituras wagnerianas como Parsifal, Tristán e Isolda y Los maestros cantores. Admiraba especialmente la orquestación wagneriana y su Concierto para trompa tiene claros elementos wagnerianos, tales como la forma dramática de tratar los temas y el uso cromático de la armonía. Aunque fue evolucionando hacia un estilo más impresionista, con armonías cromáticas más complejas y texturas orquestales densas, su admiración por Wagner nunca cesó, hasta el punto de que dirigió Parsifal y Los maestros cantores en Bayreuth con el hijo de Wagner, Siegfried. Puede decirse que Strauss llevó la grandiosidad wagneriana a nuevos extremos e incorporó elementos modernistas, lo que marca su sello personal como compositor. 

Esta admiración por Wagner le hizo tomar la decisión de ir a estudiar composición a Munich donde estudió con Ludwig Thuille. Fue durante sus años de estudiante cuando Strauss compuso este concierto, que sería su primer trabajo orquestal de importancia, utilizando como solista a un instrumento poco habitual en el concierto para solista de este perído. Fue estrenado en Munich en 1883 y el solista fue el trompista de la Orquesta Real de la Corte, Hugo Hermann. Es una obra de gran envergadura, mayor de lo habitual para la época en un concierto de estas características. Esto demuestra la precocidad y talento de Strauss.

La obra consta de tres movimientos en forma clásica. En ellos, Strauss logra sacar un sonido muy romántico y expresivo al instrumento, que queda enmarcado por la orquesta en obras de grandes proporciones para la época. Un aspecto llamativo es la madurez mostrada en la instrumentación y el desarrollo temático a pesar de su corta edad. Se aprecia ya la mezcla de lirismo wagneriano y sentido dramático que caracterizaría gran parte de su producción posterior.

En el primer movimiento (Allegro moderato) destacan los diálogos del instrumento solista con el grupo de metales y la sección de cuerdas. Hay una clara influencia wagneriana en la forma dramática de tratar los temas. El segundo movimiento (Romanza, Andante) es muy lírico y romántico, con una melodía bellísima para la trompa solista. Aquí, Strauss explota plenamente el registro grave y las posibilidades expresivas del instrumento. El tercer movimiento (Rondó con variaciones. Allegro) es brillante y virtuosístico. Tiene secciones de gran dificultad técnica para el solista así como un clímax orquestal muy potente.
Es interesante apreciar ya en esta obra de juventud las semillas del gran compositor en que llegaría a convertirse, anticipando su maestría en la instrumentación de obras posteriores. 

Podríamos relacionar esta obra con otras del propio compositor, como la Serenata para vientos en Mi bemol mayor, Op. 7 (1880): una de sus primeras obras orquestales que ya muestra influencia wagneriana; o Burleske para piano y orquesta en Re mayor (1885-86): muy virtuosa y dramática, con elementos de fuga en el último movimiento.

Como ven, la velada de mayo, será de lo más sugerente. Para no perdérsela.

Jorge Rodríguez Morata
Coordinador de contenidos pedagógicos.  

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